Está la blogosfera de calma chicha, tengo la impresión. Mi reader me agobia un poco, el calor empieza a adormecerme el ánimo y esto se está plagando de turistas. Vamos a decirlo claramente: a mi me molestan los turistas, y mucho. Ya sé, es la economía ¡estúpido! Son puestos de trabajo, riqueza y diversi… no, por lo de la riqueza cultural no paso. Dan pelas y punto.
Como cualquiera, he vivido en lugares turísticos. Que remedio. Y ya tengo perspectiva suficiente como para ver la evolución que sufre un lugar desde que empieza a enriquecerse con los turistas hasta que se hunde en la miseria intelectual y ambiental gracias, también, a los turistas (o al turismo, que los turistas tampoco tienen la culpa).
El fenómeno es relativamente simple. La actividad económica de un lugar se regenera gracias a esa gente tan rarita que gasta tanto, aumentan los servicios y crece la población. Los comerciantes aumentan su nivel de vida y se especializan en el comercio de servicios y productos baratos a precios de… turista, claro. El turismo aumenta. Los turopereitors (las agencias de viajes están en extinción) empiezan a descargar guiris a destajo a precios que acaban con el sueño de hacerse rico gracias al turismo. Los profesionales cualificados y con experiencia son marginados. No son necesarios para atender a alguien que hoy está pero mañana no le veremos más. Los jóvenes se encuentran con que su entorno es un paraíso del trabajo fácil y de remuneración rápida. Ya se pueden comprar la moto currando en verano. Ya pueden dejar el coñazo del insti porqué el verano, ahora, es de marzo a octubre y uno se saca una pasta. Los propietarios de la tierra, de las casas centenarias, de las herencias locales son tentados con ofertas inverosímiles por esa gente que habla rarito. Les venden hasta a su madre. Los nativos que no viven del turismo se encuentran con un entorno caro, de baja calidad y deteriorado por colores, musiquitas y reclamos epilépticos. Los edificios crecen en altura, como sea, para albergar todo lo albergable que hable en guiri. La construcción hace el agosto. Generación tras generación, los nativos se desarrollan en un entorno que no exige ningún esfuerzo intelectual para alimentarlos. La población, enferma y adicta, depende del desembarco continuo y masivo de esa gente tan rarita que habla guiri, come y bebe cualquier cosa, compran cualquier chorrada además de alcohol y tabaco, se comunican a niveles básicos y se van, se van, se van continuamente. Los nativos que no viven del turismo también se van. El entorno se ve amenazado. Se invierten millones en paliar el daño y no se consigue apenas nada. El turismo es intocable. Es la economía ¡estúpido!
¿Exagero? Id a un pueblo de interior apenas a unas decenas de kilómetros de uno costero. Id también al costero. Pasead, entrad en los comercios, tomaros un café. Mirad a los ojos a la gente, tratad de establecer conversaciones. Luego me contáis si, entre los dos pueblos, habéis apreciado alguna diferencia en la gente y su trato.
Tremendista estoy (o no).
Estoy contigo, creo que a la gente nativa del lugar en cuestión que no tiene un comercio u otro tipo de negocio que pueda estar influido por el turismo, al final éste les llega a cansar.
Saludos,
Algo a menor escala le ocurre a los centros históricos de las ciudades medianas: Toledo, Córdoba… Cuando paseas no encuentras vida y comercios variopintos, sino chiringuitos de souvenirs cuyas banderolas y camisetas dan sombra a las calles estrechas…de noche, sólo restaurantes. Los nativos, por supuesto, prefieren pasear por otros lugares… Maravillosa la etiqueta “monstruosidades”. Lo que pasa es que se te va a acumular su uso.
Pues sí, a lo de las monstruosidades; pero, bueno, de esto va este blog…