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¡Es la plusvalía, estúpido!

balanza Sin ánimo de faltar, titulo la entrada con una variación de la exitosa frase “¡Es la economía, estupido¡” de la campaña electoral de Clinton.

Qué poco se habla de la plusvalía, sin embargo es un concepto que ha creado todo este sistema de intercambio, de libre mercado que se dice. Quede claro que no me voy a lanzar desaforadamente contra ese libre mercado que es mi medio. Además, con el tiempo, la verdad es que acojo más rasgos liberales que los que hubiese sospechado hace unos años; muy matizados, claro, y como reacción ante una izquierda que no ha sabido controlar los monstruos que producen los sueños de la razón, que por algo se llama así este blog.

Me enrollo. De lo que quería hablar era de una cierta confusión que hace tiempo advierto cuando se habla de los precios de la consultoría. Al parecer (no tengo la experiencia) hay una generalizada opinión de que sus precios son muy altos, al menos por parte de sus clientes (los que la contratan) o de sus sufridores (los currantes que pasan por la piedra de sus métodos y técnicas). Esta opinión, desde ciertas consultorías se ha intentado contrastar con la explicación de los costes de una empresa consultora. Así, se habla de los sueldos necesarios para contar con buenos profesionales, de los costes de estructura y gestión, de que necesitas contratar un servicio de gestoría, que hay que hacer fotocopias, que hay que pagar administrativos para el papeleo, la atención al cliente, la tecnología… casi todo cuesta y todo repercute en el precio, así que no me vengas con que es cara la consultoría, que yo me dejo la piel tratando de pagar tanta gestión y el pan de mis empleados. Cuando alguien razona así, suele ser aplaudido por propios y extraños. Al fin alguien pone las cosas en su sitio.

¿Alguien recuerda qué es eso de la plusvalía? Resumiendo y simplificando, la plusvalía es lo que le queda al capital (empresario, empleador) después de que se haya vendido y pagado el trabajo de otros. Es el valor que el trabajador contratado genera por encima de su sueldo. De otra manera: es lo que el trabajador produce sin ser compensado con el mismo valor ¿Concepto trasnochado? Como la lucha esa de clases ya no se advierte o se extinguió cual dinosaurio, pues está demodé hablar de eso.

Sin embargo, creo que está muy bien hablar de eso. Obtener plusvalía es tan sólo una regla de este juego del mercado ¿A qué avergonzarse de ella? ¿Porqué ocultarla? Vamos, pues, a dejarlo claro. Parte del precio de esa consultoría cara, entonces, es debida a que uno decide tener trabajadores y no socios o “enredados”, iguales, porque eso genera plusvalía rica rica. Necesita de infraestructuras para conseguir una economía de escala que genere una cantidad absoluta mayor de plusvalía, debe gestionar el trabajo de otros y debe invertir en gestionarlo bien para poder controlar una estructura que, cuanto más crezca, más plusvalía generará. Y esas son las reglas, viejas reglas de beneficio. Pagar lo justo a un trabajador siempre es pagarle por debajo del valor de su trabajo, cuanto menos por debajo, menos plusvalía y más justicia. Hay que llegar a un equilibrio razonable entre respeto por el trabajo de los demás y la supervivencia o el enriquecimiento, al menos moderado. Hay maneras de compensar esa diferencia con incentivos no salariales, con la seguridad del puesto, con ventajas sociales, todo lo que sea necesario para hacer lo más agradable posible una relación entre diferentes, entre quien se lleva la plusvalía y quien la produce. Finalmente, se suele llegar a un acuerdo y aquí nadie fuerza a nadie. El trabajador cede parte de su trabajo y no lo cobra, y eso enriquece a la organización y le permite perdurar. El empleador arriesga su capital y así lo aumenta. Vale, estamos de acuerdo.

Pero que ésa sea una regla no implica que no se pueda experimentar para tratar de jugar en este mercado sin utilizarla. Existe la opción de reducir las infraestructuras al mínimo, de optar por el crecimiento cero y, sin embargo, “ser legión”. Se puede “ser grande” a través de relaciones entre pares, entre iguales. Hoy disponemos de una tecnología que nos facilita todo eso enormemente. Para ser consultor no hace falta seguir la regla de la plusvalía a rajatabla. A lo peor la explotación del trabajo es inevitable y, en realidad, nos autoexplotamos (suena mal eso de “explotar”, pero la plusvalía se genera con la explotación de los recursos humanos, ahora sin oxímoron). Pueda ser que sí, pero es una opción alternativa que permite centrar los costes directamente en los proyectos, en el ejercicio de consultoría a secas.

¿Es ésa una característica de la consultoría artesana? A mí me gustaría.

Así que, tan sólo, hablemos claro: la plusvalía no es el precio de la consultoría. Riman, pero no son lo mismo.

Publicado en Artesanía, Consultoría, Opinión, Organizaciones, Palabras.

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10 Respuestas

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  1. Maite Darceles dijo

    Interesante reflexión, mkl. Se puede ampliar además a cualquier otro ámbito donde el factor productivo se base en trabajo del conocimiento (y no se entienda como contrapuesto a tabajo físico, sino que es un concepto más ampliio). Un saludo,
    Maite

  2. luis.tic616 dijo

    Un poco más y me pongo a cantar la internacional (buf, no que ya no me acuerdo). Mira por donde nos has salido marxista (de Carlos) ;-)

    Ahora en serio. Acabas de pinchar en hueso amigo, pues es ese uno de los rasgos que va a caracterizar como pocos a la consultoría artesana. Y como me gusta encontrarle problemas a todo (aunque se supone que soy consultor y lo que debería es resolverlos) habría que hablar de como articular “la relación con el cliente” cuando confluyen varios artesanos, en comunidad de práctica, equipo o colla sardanística, llamémosle como queramos – Que alguien conteste a la pregunta: ¿de quién “es” el cliente? – lo dejo ahí colegas – tiro la piedra y escondo la mano
    .-= En el blog de luis.tic616… Propósitos =-.

  3. Miquel Rodríguez dijo

    Maite, sí, por supuesto, me he centrado en la consultoría porque es mi tema y porque es frecuente esa justificación de precios ocultando la plusvalía…

    luis, que no ocultas la mano, que lo sepas ;-) . Y sobre la relación de una red con el cliente. La verdad es que la practico sin problemas ¿Porqué debería haber problemas si no tienes que responder a un departamento económico? ;-) . En serio, trabajas con quien confías, si el cliente se enamora de un compañero, pues, la verdad ¡ole tus güebos! Yo, al presentárselo, sigo ahí, con mejor reputación que antes ¿no? El amor, y el cliente, son libres como pajarillos…

  4. Maite Darceles dijo

    Sí. Con mi apunte quiero decir que esta reflexión puede ir más allá de cómo organizo mi propio trabajo como consultor y la cooperación con otros consultores-compañeros, y que puede alcanzar, además, a qué tipo de orientación puedo ofrecer en las organizaciones a las que apoyo, al menos, si trabajo como consultor@ de organización -entre otros- que no sé si es el caso… Un saludo,
    Maite
    .-= En el blog de Maite Darceles… Las experiencias en las organizaciones =-.

  5. luis.tic616 dijo

    Vuelvo al ring, o al ruedo, depende de como lo mires. No, no, no me refiero al aspecto administrativo. Me refiero al puro comercial y distingo dos casos:

    1. Si al colega lo presentas para un proyecto independiente totalmente de los tuyos, como una recomendación de toda la vida vamos. Estupendo, pero con una salvedad: ¿Y si ese colega hace cosas que también haces tú?, ¿Y si el cliente resulta luego que “se va” con tu colega en otros proyectos?…. sí ya se que una de las premisas es que hay confianza y que se pueden establecer “pactos de caballeros” y esas cosas pero si la necesidad aprieta mis niños son lo primero.

    2. Si al colega lo traes como colaborador en un proyecto de los tuyos. Quizá tengas más “control” pero puede pasar lo mismo. Aquí si que pueden haber temas administrativos como quien factura, visibilidad de las tarifas entre colegas, etc. que me preocupan menos.

    Quizá sea algo rudo pero creo que hay la suficiente confianza como para hablar claro. Leí en un libro de “emprendedores” (infumable por otra parte) algo así como que si tienes que asociarte con alguien, desde el minuto cero has de dejar claro con ese alguien que pasa si os peleais, por muy buen rollo que haya en ese momento.
    .-= En el blog de luis.tic616… Propósitos =-.

  6. Miquel Rodríguez dijo

    Maite, interesante ese punto de vista, pero ¿como obvias el concepto de plusvalía en una organización que tiene nóminas, organigrama y mandos con salarios a medida?

  7. Miquel Rodríguez dijo

    luis, pues mira, personalmente no me preocupo por eso. Si me pasase una y otra vez, pues habría motivos; pero no me ha pasado. Cuando suceda, si el colaborador o “enredado” ha intrigado, pues ya nos hemos visto bastante y si lo que pasa es que el cliente, con su propio criterio, considera que el “otro” le va mejor, pues, oye, vale, hoy por ti, mañana por mí. Te soy sincero, creo que para las veces que nos va a pasar, no vale la pena preocuparse.

  8. Jose Miguel Bolivar dijo

    Otro dato es que antes la estructura de las grandes consultoras podía tener sentido: socio – conoce/gestiona al cliente; currito – hace el trabajo. Era muy difícil que el consultor artesano y anónimo pudiera acceder al cliente. Esto puede seguir siendo válido en macro proyectos entre macro empresas y macro consultoras industriales pero cada vez menos a nivel PYME o Admon. La intermediación ya no es lo que era…
    JM
    .-= En el blog de Jose Miguel Bolivar… Optima Infinito migra a WordPress =-.

  9. Miquel Rodríguez dijo

    Tardé en contestarte, Jose Miguel, y estoy de acuerdo contigo, sobre todo en eso de que la intermediación ya no es lo que era… más bien está en vías de extinción.

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  1. El valor del dinero | los sueños de la razón enlazó a esta entrada el Lunes, 17 enero 2011

    [...] de complejidad. Soy autónomo no sólo jurídicamente. Trabajo sin que nadie me deje un ápice de plusvalía. Hago las tareas propias de un soporte administrativo o las de complejidad técnica menor, [...]



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