Hoy me han invitado a analizar la posibilidad de que un nuevo departamento de la administración pase una encuesta entre la población y las empresas sobre el impacto, alcance y actitudes hacia determinada discriminación positiva. Perdonad que no me defina, pero ya sabéis que en estos temas la administración es sumamente celosa. Por otro lado, la verdad es que el tema importa poco para lo que vengo a tratar.
Empezar por una encuesta de opinión es una de las acciones compulsivas de cualquier área que se estrena. Los planteamientos iniciales no suelen tener en cuenta:
- La obviedad de las cuestiones que se quieren sondear: ¿cree que es importante erradicar la violencia doméstica? (es sólo un ejemplo).
- Que probablemente ya se ha pasado y publicado recientemente una encuesta sobre el tema entre alguna población muy similar, y que los resultados servirían perfectamente para tomar las primera decisiones.
- Que una encuesta sobre temas sociales va a ser considerada sesgada irremediablemente por el tipo de preguntas que incluye y, sobre todo, por las que no incluye (y no se puede incluir todas las posibles ni dejar de incluir alguna, claro).
- Que el impacto mediático que se espera de la publicación de los resultados suele estar valorado en función de los resultados que se desean y que se imaginan. A la vista de los resultados finales, muchas veces ese impacto ya no parece interesante.
- Que ese impacto mediático suele ser muy breve y sin más consecuencias.
- Que siempre son más fiables los análisis de datos directos que las encuestas de opinión. Vale más saber cuantas plazas de guardería hay en un territorio, lo homogéneo de su distribución y los ratios de plazas por niño censado que ir preguntado por ahí si la gente cree que se necesitan más guarderías.
A todo lo anterior, habría que añadir la cuestión de los muestreos correctos y los medios de consulta. La telefónica ya empieza a tener problemas de fiabilidad serios por la deslocalización censal de los teléfonos móviles, por ejemplo.
La encuesta es un modelo de aplicación vertical de dudosa fiabilidad, muchas veces obsoleta antes de que se dispongan de las tablas de datos. Me inclino por alimentar hipótesis de trabajo en base a debates horizontales. Un caso en el que andamos participando es el de Administración electrónica en la AGE: desenredando problemas. Y otra experiencia excelente, que he conocido por Genis Roca y Juan Freire, es el estudio que ha hecho Michael Wesch sobre los hábitos de los estudiantes en la época de la web 2.0 mientras se someten modelos de aprendizaje que ya eran obsoletos antes de la 1.0.
Es una cuestión de formas y métodos ¿Cuál es más efectivo? ¿La clásica encuesta con decenas de tablas y gráficos de los que nadie se fía? ¿O este vídeo de unos minutos que presenta las opiniones y los hechos aportados por los propios protagonistas? ¿Cuál de los dos generará más ideas y acciones? Si la meta es movilizar, dejémonos de encuestas.
¡Cuánta razón tienes! Todos los que hemos sido encuestadores alguna vez, sabemos que las encuestas no son fiables, incluso cuando están bien diseñadas. Habitualmente, sólo sirven para confirmar una opinión predeterminada. Y con esto no quiero negarles alguna utilidad, pero a día de hoy son inmerecidamente omnipresentes.
Qué interesante se pone un comentario cuando se omite información. Permite elucubrar sobre cuál será la información omitida. En mi opinión, podría tratarse de discriminación positiva hacia la mujer en las empresas. ¿Porqué? Bueno, ahí está la Ley de Igualdad… es un tema de actualidad.
Caballero, lo que usted plantea es averiguar lo que la gente piensa de verdad ¿Es esto lo que se pretende? seamos serios y orientémonos al cliente (a parte, sabe perfectamente que estoy de acuerdo con Vd.)