Hablando de planificar nos encontramos con los objetivos. Esa si que es palabra molona. En general, siempre he considerado a los objetivos como herramientas de concreción. Suelen ser secos, áridos por que son (deberían ser) esencialmente pragmáticos. No siempre se cae en que el objetivo (sustantivo) como expresión de un resultado deseado está relacionado con el concepto de objetivo (adjetivo) como algo que puede medirse y dar los mismos resultados con independencia que quién lo mida y cuantas veces lo haga. Aunque tampoco hay que irse al concepto de objetividad científica, bastaría con el concepto común de objetividad, un ánimo de no influir en un enunciado con posiciones personales.
En cualquier plan hay espacio para justificar y explicar, dar razones e, incluso, hacer literatura para convencer. Pero a la hora de hacer objetivos, amigo, se trata de concretar. Así de simple. Por eso me maravilla la cantidad de trucos que se utilizan para evitar esa concreción simple, sencilla y clara. Para objetivos, colores.
- Todo el que gestiona presume de sus objetivos. Después resulta que llaman objetivo a algo así como “mejorar tal o cual cosa” lo que, coincidirán conmigo, de objetivo tiene poco. Pocas cosas hay más subjetivas que el concepto de mejora. Claro que así nunca fallas, siempre podrás argumentar que en alguna medida, bajo alguna perspectiva, según algún criterio, la cosa ha mejorado. Este tipo de objetivos son muy populares y se encuentran por doquier. Usan palabras contra las que no puedes argumentar sin que te tachen de cínico ¿Cómo va a ser malo un objetivo que hable de mejorar?
- Hay otro estilo para conseguir objetivos infalibles y es enunciar un resultado implícito en la propia acción. Se trata de objetivos muy tramposos que están conseguidos en cuanto empiezas a actuar. Por ejemplo, muchos objetivos formativos consisten en “presentar tal tema“, “exponer tal idea” o “formar a los participantes en tal cosa“. Fácil ¿verdad? En cuanto te pongas ya los has conseguido. Empieza la sesión y sueltas algo sobre el tema y objetivo conseguido, ya he presentado el tema. Das la formación y ya has formado, y así. La cosa es que nadie sabe si alguien ha aprendido.
- Existe la modalidad del listillo, que consiste en enunciar objetivos superlativos, que después no hay dios que pueda comprobar, tienen enunciados severos como “reducir el porcentaje de exudoración en tres puntos en relación a la media de de las medidas del último lustro“. Quedan bien, el tipo domina el tema; y después demuestra tú que el objetivo no se ha conseguido. Si ni sabes de qué está hablando, y si preguntas pareces tonto.
- También, claro, te encontrarás con los objetivos simplemente estúpidos, los que enuncian falsos éxitos; cosas como “atender a los clientes“, “cumplir con la legislación” (sólo faltaría), “mantener la calidad” (aunque sea ínfima). encontrar obviedades tienen su mérito, pero no es eso, no es eso ¿Para qué ponerse a hacer planes para conseguir lo obvio?
- Una modalidad que me gusta mucho es la de los objetivos trabalenguas “Evitar no decrementar los porcentajes de crecimiento” Genial ¿verdad? A ver quién es el guapo que lo entiende y lo comprueba.
- Un ardid muy astuto consiste en redactar el objetivo sin acción alguna, por ejemplo: “estudio de viabilidad de las nuevas instalaciones“. La trampa es que después no se sabe si se trataba de estudiar atentamente a las nuevas instalaciones para ver si eran viables, si de leer el estudio que ya estaba redactado, si de redactar un estudio, en fin… Este truco también goza de gran aceptación entre el manájemen.
- Finalmente, a falta de más capacidad taxonómica, restan los objetivos negativos: “no perder facturación“, “no aumentar los accidentes laborales“, “no incrementar el personal“. Virgencita, virgencita que me quede como estoy. Todos quietos, no la vayamos a joder.
O sea, que con tal de no plasmar un objetivo tal cual, la inventiva ha dado para una gran cantidad de modalidades, tan distantes entre sí como la peli de Raoul Walsh y el grupo de chicas del mismo nombre de la movida.
De nuevo, habrá que aclarar que no me deslumbra el brillo del logro. Pero si nos ponemos a definir logros y resultados, hagámoslo con propiedad, que para perder el tiempo escribiendo objetivos como churros, mejor nos vamos a tomar unos ídem con chocolate.
Mucha desidia es lo que hay.
De este post y del anterior no se recupera el manájemen en un lustro… Menos mal que los blogs no los lee nadie.
Muy bueno. Excelente. Aplausos atronadores. Cuando me he visto en tales tesituras, creo que he caído también en esos vicios. Ahora, sencillamente procuro evitarlas, para no cabrearme más que nada.
En una empresa normal encontramos cientos de objetivos: para esto, para lo otro , para mañana, para dentro de un año…Creo que dentro de los que describes podría encontrar al menos uno de cada uno en cada departamento o sección incluyendo los estúpidos y los negativos que nunca pueden faltar…Estamos llenos de objetivos que simplementen adornan la oficina.
Pero, ¿no dice el manual del buen manager que cuando vayas a poner un objetivo, no pongas lo primero que se te pasa por la cabeza?. Por lo menos en nuestro manájemen deberíamos (ya que nos hemos dado cuenta de lo mal que se definen los objetivos) tratar de fijar objetivos medibles y cauntificables.
Saludos a todos.
Manuales de manájemen, ay, los manuales de manájemen; esos sí que son leídos, ay, por nuestros mánajers (mejorando lo presente, Senior) y tranqui, Y, que el manájemen ni se inmuta aunque le caigan posts de punta.
Acabo de llegar y estoy flipando. Esta relación me la apunto, aunque no sé si haré amig@s con ella. Divertidísima.
Bienllegada otra vez, Inma. Pues ya te digo yo que muchos amigos no sé si harás, no… aunque, bien mirado, parece que yo he hecho una…