Un muy buen amigo y persona muy libre hablaba con un compañero no tan libre sobre que quería dejar el trabajo. Mi compañero prudente le aconsejaba con toda sinceridad y le decía que vale, pero que buscase trabajo mientras conservaba el actual, que era muy difícil encontrar trabajo “fuera del mercado”. Mi amigo le refutaba que el que estaba fuera del mercado era el que tenía un trabajo, no el que lo dejaba y se ofrecía a encargarse de uno nuevo. Estaba de acuerdo con mi amigo. Los dos siguen trabajando bien, mi amigo trabaja sin contrato, como autónomo, aunque el 90% de su trabajo lo dedica a una empresa. Mi antiguo compañero llegó a funcionario y ahí sigue.
Dos opciones y dos visiones que me han venido a la memoria leyendo a Amalgama de letras y a su reflexión sobre sus lecturas acerca de cuándo se debe cambiar de trabajo. Me ha sorprendido no reconocer ninguna de las causa sobre las que ha leído (y que critica) como razón para dejar el trabajo en las ocasiones en que lo he hecho. No me han parecido buenos motivos los que hacen referencia a circunstancias externas (cambio de jefe, sospechas de pérdida de influencia, etcétera). A mi entender, son sólo señales de que el momento de dejar el trabajo ha pasado, de que te has dormido, y de que ahora ya no tienes más remedio que irte por piernas.
Tratando de encontrar buenas causas que mencionar en esta entrada, finalmente todas me llevan a una:
Hay que dejar el trabajo cuando ya no aprendes nada nuevo o nada que te interese, cuando tu curva de aprendizaje se hace plana.
Cuando me he dado cuenta de que me ocurría eso, la búsqueda de temas de interés me alejaba de mis tareas en lugar de motivarme a hacerlas, mi nivel de atención al entorno de la organización disminuía tanto como mi nivel de iniciativa. Incluso en trabajos agradables y bien pagados, cuando llega ese momento me invade la sensación de empezar a ser una merma en lugar de un activo y eso no me sienta nada bien. Y me voy, tenga o no trabajo alternativo. En eso coincido con mi amigo, la mejor posición para encontrar trabajo es no tenerlo (versión negativa) o estar disponible (versión positiva).
Naturalmente que hay causas externas que pueden llevarte al cambio, tener que trabajar para un nuevo jefe incompetente es un buen motivo casi siempre, por ejemplo; pero la razón última siempre me remite a la enunciada, probablemente lo peor del jefe incapaz es que no me permita explorar, innovar, aprender (y que no aprenda conmigo).
No se trata de enunciar una ley universal, allá cada cual con sus motivaciones. Pero sí me atrevo a aconsejar que se tenga en cuenta la variable del aprendizaje que raramente sale en ningún recetario laboral de esos.
Justo es una de las razones por la cual, entre dos proyectos encima de la mesa, escojo uno u otro: que todos los miembros del equipo podamos aprender. No sólo yo, o a los que se supone que debes enseñar, ni el jefe: TODOS debemos haber aprendido algo (mucho o poco, da igual) al final del proceso.
El segundo criterio que aplico se relaciona con la capacidad de disfrutar y pasarlo bien. La gente con buen humor encaja mejor en un equipo, aportan más, lo hacen con naturalidad, ayudan a cohesionar y son más creativos, comprobado. Y los jefes miedosos e inseguros sufren: porque sepas más que ellos, porque alguien te valore el trabajo, por verte contento, por cualquier cosa. Pero sufren y consiguen hacerte sufrir. Si les dejas…
Un trabajo incluye un gran número de motivadores, algunos positivos, que nos hacen disfrutar, y otros negativos, que nos permiten sobrevivir, y la querencia por unos y otros describe los diferentes estilos de navegar por el mundo laboral. Para algunos “eso de aprender” será un aliciente importante pero para otros no será ni la causa que le llevó al empleo ni uno de los motivos relevantes que le mantienen en él.
Aprovecho para saludar a NANA, veo que ya incluso nos cruzamos por “el barrio”
Para motivaciones, colores, claro. Supongo que por eso no me convencen los recetarios tipo. Ya decía que era una reflexión personal. Sin embargo, con el tiempo que se dedica al trabajo, pasarlo sin aprender nada nuevo o nada interesante… qué duro que me parece, Yoriento.
Lo de pasarlo bien, Nana, ya es la leche, aunque eso del humor tiene tantas variantes… no siempre todo el humor es bienvenido; sobre todo en lo que tiene de mirada crítica.
Evidentemente, existen tantas motivaciones como personas. Las mías son las que son, como os explicaba y siempre que me lo puedo permitir. A menudo, también debemos tener claro que hay que jugar la partida con las cartas que te tocan: “be water, my friend”. Y la crítica, completamente de acuerdo, no acostumbra a gustar aunque sea argumentada y con fines constructivos. En este aspecto hay que reconocer que hemos avanzado poco, muy poco.
Hola Yoriento! Encantada de haber coincidido. Siempre es un placer.
Cambiar de empleo es un tema complicado y lleno de variables y vertientes que afectan a cada quién de una forma diferente. Puedo hablar de mi caso en donde he dejado empleos estériles o que ya me iban quedando pequeños porque nadie más lo notaba. Otras veces he recibido ofertas que sencillamente no he podido rechazar, así que mis motivadores puede que sean diferentes a los demás. De lo que si estoy seguro es que no pienso estar en un lugar en donde me sienta mal o en donde no logre sentirme a gusto con mi entorno y con los que me rodean… ahora mismo creo que he encontrado la paz y aunque lluevan ofertas seguiré en este camino en el que me siento a gusto.
Muy buena la frase esa, Nana, “be water, my friend“, me ha encantado, me la quedo para futuras ocasiones.
Pues, felicidades Senior. Mientras la paz no sea la de los cementerios… (malo soy, ¡por dios!)
Que conste en acta que la frase no es mía. La formuló un chaval muy majete llamado Bruce Lee.