Cuando compartí la foto del rótulo de la calle de los asesinos (rio terà dei assassini), en Venecia, bajo el título de otro oficio artesano me estaba traicionando el subconsciente, me parece, porque lo cierto es que el trabajo del consultor artesano tiene, en ocasiones, ciertas semblanzas con ese oficio.
A uno le gustaría que le contratasen proyectos bonitos e ilusionantes, pero muchas veces te llaman para ver si eres capaz de solucionar un problema que no es que necesite de novedosas metodologías, creatividad, amplitud de miras o ingenio. No, muchas veces te contratan para que desfagas un entuerto que el cliente es incapaz de enfrentar. Te proponen que deshagas un nudo gordiano que lleva ni se sabe cuánto tiempo agarrotado con la complicación añadida de que te piden que, por favor, no apliques la solución de Alejandro Magno (sacar la espada y cortarlo de un tajo) sino que lo elimines, pero que parezca un accidente .
Para este tipo de tarea no conviene una consultoría industrial que entre en la organización como un elefante en una cacharrería. Se necesita a un artesano que se ajuste a la singularidad del problema y a la discreción necesaria para, sí, liquidarlo silenciosa y amablemente.
Hoy me han pedido algo así, y me lo ha pedido un cliente que también considero un buen amigo, un pedazo de profesional que, sin embargo, necesita que venga alguien de fuera a tratar de poner orden. No se trata de falta de capacidad o recursos, algo hay de escasez de tiempo, pero, sobre todo, creo que, a veces, las organizaciones necesitan un assassino que venga de fuera y haga el trabajo sucio. Bueno. No hay problema. Además se trata de dar salida a un proceso con alto contenido social y eso siempre compensa. No es lo mismo que te llamen para que consigas mejoras de facturación a costa de, por ejemplo, liquidar a media plantilla que que te propongan poner remedio a algo que está perjudicando el servicio a la sociedad.
Así que allá vamos, a preparar un plan para acabar con una ineficiencia anquilosada. Habrá que buscar un equipo con especialistas en explosivos, en vigilancia y en aperturas de solidísimas cajas fuertes y ponerse al tajo en plan Mission Impossible. Me gusta el cliente, su actividad y la finalidad del proyecto, pero me gustaría mucho más si en lugar de tener que liquidar un problema se tratase de construir algo nuevo. Claro que aprovecharemos la oportunidad para plantear algún que otro desafío innovador. Veremos.
En fin. Permitidme colorear el tema con un poco de romanticismo e ilustrar la simplona meditación con un el trailer de una película “imprescindible” con Jean Reno en el que creo que fue uno de sus mejores papeles, Nathalie Portman como una seductora niña veneno y Gary Oldman como malo malísimo: Leon, The Professional. Vedla si no lo habéis hecho ya. Yo lo haré antes de presentar la propuesta .
En los años que llevo de consultoría hay una cosa que la experiencia me ha dejado clara: cuando el trabajo te lo contrata un amigo, un conocido o simplemente alguien con el que has ‘conectado’, tu trabajo tiene un plus de creatividad, principalmente porque coqueteas con esa línea que separa lo acordado en la propuesta (la ortodoxia) con el riesgo moderado, la satisfacción de la experimentación controlada y el desparpajo al atacar la situación que produce el problema. A mí, personalmente me encantan los trabajos de los amigos y conocidos. Enhorabuena.
Sí, tienes razón y ésa es mi esperanza… (porque el encargo es un marrón).
Ay señor, señor! Hazlo rápido, sin excusas ni justificaciones porque seguramente ellos/as ya lo saben.
Bueeeeno, que no es para tanto, que sólo quería poner un poco de aventura a la vida de un consultor. Si ni siquiera duele .
Si las pistolas no funcionan, prueba a abrir una sombrilla. A veces somos como Mary Popins (la metáfora la encontró el propio cliente -la familia-). Llegamos volando, ajustamos las tuercas esenciales, y salimos de aquellas vidas hacia la próxima aventura.
…mmm, Mary pistolera
Buona fortuna!
Muy buena analogía, le da otro tono, ¿es que los clientes son como niños? Jeje. Malo soy.