Un trabajador de la administración que conozco, relativamente joven, con un puesto directivo de bastante responsabilidad, no sabe manejarse con un tratamiento de textos. Su razón es que nunca le han dado un curso para aprender ofimática.
Por el barrio no estamos acostumbrados a ese tipo de actitud, aquí, quien más quien menos, ha acabado manejándose con un blog sin que se le cayeran los anillos ni se dejase la salud en el intento. No voy a entrar en si es cuestión de actitud o de motivación, que suelen ser debates que no acaban en mucho (aunque apasionantes, desde luego). La cuestión que me ocupa es otra: ¿Aprender necesita de la formación?
Mi respuesta se puede prever: no. Sin embargo, parece ser que está sólidamente instalado en el sistema que no hay aprendizaje válido sin formación que le acompañe, entendiendo la formación como un conjunto de acciones formalizadas en un programa, supervisadas por un sistema de control y traducidas en unas horas de presencia en un entorno formativo. Fuera de eso, nada vale, al menos oficialmente.
En la formación profesional, la gente que forma suele ser, al menos, de una generación anterior a la de los formados. Los alumnos necesitarán de aprendizajes nuevos en corto tiempo. Muchos de los empleos o entornos laborales en los que trabajarán los nativos digitales no existe hoy día, pero los maestros son emigrantes digitales de cuando el empleo era otra cosa. Incluso para inscribirse en un curso se examina la adecuación del currículo del solicitante, como si las personas estuviésemos encarrilados en una vía laboral sin cambio de agujas. Cuando se programan las acciones formativas se analiza (si hay suerte y planificadores competentes) el mercado laboral… de hoy, mejor dicho, de ayer, ya que los análisis llevan su tiempo. Tras analizar y seleccionar, al aprendiz se le somete a un baño de horas superior siempre a un mes de jornadas laborales, un mes de la vida, vaya; y si el curso es efectivo, el aprendiz sale con un oficio entre levemente conocido y remotamente aprendido pero totalmente certificado.
La estrategia de programación de las acciones formativas profesionales, si ha sido pensada, se orienta, casi siempre, a las necesidades del mercado laboral (una abstracción) o a la empresa como la cliente de la acción, así se la proveerá de trabajadores como es debido. El ciudadano es un participante pasivo, como mucho opta a un abanico de cursos, pero sus deseos y opiniones sobre lo que quiere aprender no constan, no computan.
En un mundo (por no decir un mercado, que no me gusta) donde se hace más y más evidente que se necesita polivalencia, capacidad de aprendizaje continua, adaptarse a… no, mejor provocar, los cambios y empezar a orientarse a una ética hacker del trabajo, donde la innovación, la resolución de problemas y la autonomía son los valores por los que parece más seguro apostar ¿No debería fomentarse mucho más el aprendizaje que la formación?
¿Me estoy haciendo un lío con las palabras? A ver. El aprendizaje lo realiza la persona, cada una de ellas, con mayor o menor dificultad en función de los apoyos y facilitadores del entorno. Las personas aprenden, las instituciones forman, poniendo a disposición de las personas los recursos para aprender. Un profesional que lleva toda la vida en un oficio ¿sólo debería aprender uno nuevo por necesidades de reciclaje? ¿sólo se puede cambiar cuando tus experiencias y conocimientos son obsoletos? Así se plantea la formación profesional, como un parche al deterioro que el tiempo ha producido en los trabajadores.
La formación, decía, no debe ser un fin en si mismo, pero el aprendizaje ¿por qué no? ¡¿Cómo?! ¿Aprender cualquier cosa porque sí? Pues sí, si apetece y se dispone de tiempo y ganas. Aprender es acercarse a lo diferente y resolver los problemas que plantea, aunque nunca ejerzas de lo que aprendes, te estás entrenando para el cambio, para la polivalencia, para la innovación ¿No era la innovación cosa de personas? Los modelos de solución de problemas de los diferentes oficios pueden transferirse de unos a otros. Cuando le recomendamos a un directivo que innove les estamos insistiendo a que rompa hábitos y salga a pillar ideas cuanto más lejos mejor. Pero eso no se lo permitimos a los aprendices.
La formación no es un fin en si mismo (copiar esto 1.500 veces en la pizarra) y no se justifica más que para facilitar el aprendizaje. Las empresas deben ser escuchadas al programar la formación, pero los ciudadanos aún más. De lo que se trata es de aprender, no de formar. Las personas son los agentes.
Suscribo. De hecho, pienso que la misión de la formación debería ser motivar el aprendizaje.
Creo que esta frase de Michel de Montaigne ilustra bien el espíritu de la educación:
“El niño no es una botella que hay que llenar, sino un fuego que es preciso encender”.
Donde dice “el niño” lease “la persona”, “el trabajador” o lo que mejor proceda en cada caso.
Otro granito: “Toda mente humana se las ha de ver con la adquisición de nuevo conocimiento, por lo que toda mente necesita estímulo, conversación, comprensión, intuición y gozo intelectual. Si alguien tiene interés en privar a sus conciudadanos de la facultad de comprender, sólo tiene que privarles de uno o varios de esos conceptos”. Jorge Wagensberg en El gozo intelectual.
Otra, que suelo utilizar por aquí. de autor apócrifo hasta donde yo sé: “Uno nunca sabe para qué se está entrenando…”
Tomemos formación como sinónimo de aprendizaje. Siempre estamos formándonos, o aprendiendo.
La cuestión es cómo adquirimos esa nueva sabiduría.
Creo que todas las formas son válidas.
un saludo
desahogandome.blogia.com
¿Ves? pues no estoy de acuerdo con que sean sinónimos, desahogandome. Aprender pone el protagonismo en el el aprendiz, el que cambia, el que asimila nuevos conocimientos y competencias; mientras que formar se lo da al que “enseña”. “Formarse” sería la forma sinónima pero se contagia de esa pasividad de “ser formado”.
Pienso que formar es un instrumento, un medio para aprender y sólo uno entre muchos.
Tu post me ha recordado que cada vez soy más de la opinión de que “aprender a aprender” es un meme que se replica sin ningún sentido. Es una pescadilla que se muerde la cola. Lo que vale es, como dijo el primer comentarista, motivar para aprender.
¿Y cuando aprendes? Cuando tienes interés en aprender ese algo para darle una utilidad (o para proporcionarte placer). Por poner un ejemplo, ¿por qué aprendes WordPress? Por la libertad que te da conocer el CMS para hacer cosas más interesantes en tu blog que con Blogger, entre otras cosas. Cada uno tiene sus motivaciones. Es función del formador encontrar esas motivaciones para saber por donde debe de ir.
Por cierto, completamente de acuerdo en lo de la ética hacker. De hecho, el libro de Himannen (¿está bien escrito?) debería ser de lectura obligatoria en el bachillerato. Igual que debería ser en algunas ocasiones obligatorio leer blogs (solo algunos) porque ahí se ve todo lo que las diferentes comunidades hacen y contribuyen por, lo que se podría decir, amor al arte.
Tenemos que recuperar la responsabilidad sobre el aprendizaje. Es una lástima que tantos años de formación hayan servido para desplazar el epicentro desde el alumno hasta el profe. Los planes de formación han provocado un natural descenso en el aprendizaje. Contradicciones del mundo moderno.
No sé, Iván, eso de las cosas obligatorias… Entiendo la idea, habría que educar bajo nuevos principios. Educar, formar, aprender… tenemos que afilar el sentido de esas palabras por que connotan cosas muy serias… y bastante diferentes. Todo un debate podríamos montar sobre ellas… e, incluso, un blog para ellas solitas.
Buena síntesis, Julen ¿Crees que alguna vez el epicentro estuvo en el alumno? Puede que se recuperase al inicio de la formación ocupacional, cuando, recuerdo, en los cursos de formación de formadores (se llamaban así, lo juro) se machacaba a los profesores con esa idea… duró poco…
Considero que la formación es un proceso de construcción del ser y el aprendizaje son los motivadores o propiciadores de la formación, aún si hay intención de formar (ense
ñanza), el que se está formando puede consiente o inconsientemente influido o determinado por los aprendizajes. Por lo tanto, la formación es producto de los aprendizajes.