Después de unos días en los que la conexión era realmente complicada, fuera por que las telecos prestaban sus servicios con la habitual mezquindad, fuera por las gruesas paredes de las casas medievales o por que Sigüenza es un lugar antiguo que se resiste a entrar en estos laberintos tecnológicos, vuelvo a mi wifi casera y a otras que ya tengo localizadas por donde me suelo mover con la sensación de recuperar un estado de comunicación con el más allá que me había sido arrebatado.
Soy de los que no se plantean conectarse, no es algo que necesite o deba decidir. Estoy conectado por omisión. Le doy a unas teclas del portátil o del móvil y entro en la plaza del pueblo-red. Sigo los tuits y leo el correo, consulto la wikipedia y los diccionarios, me miro el reader, busco información de los más variados tipos y escribo sobre mi trabajo en alguna wiki de proyecto. Seré inmigrante digital, pero les doy unas cuantas vueltas a la mayoría de los nativos que conozco (ya, ya, qué poca modestia).
Hoy me he parado a pensar en todo esto después de leer dos entradas bien curiosas:
- En Genbeta presentan un software para Mac llamado, fijaos, Freedom (libertad) que permite programar desconexiones de la red por el periodo de tiempo que definas. Esto es, un programa para que tu mismo decidas desconectarte y aislarte de esa plaza del pueblo-red y así puedas trabajar o hacer aquello que requiera que no te moleste la comunicación.
- En La Huella Digital nos informan de que un 25% de de la personas humanas del mundo mundial esta online. Claro que, en realidad, lo que se afirma es que un 25% de la gente tiene acceso a internet, lo que no es lo mismo que estar online.
Mientras, por ahí, en la vida y en las organizaciones me encuentro gente, lo juro, que dice que no tiene Internet (como no se tienen los pies planos, o no se tienen migrañas); otros, cuando les dices, por teléfono, por ejemplo, que les envías algo, te dicen: “espera, que me conecto” y, finalmente están los “homo connecticus“, sin duda una especie singular que, de una manera u otra, siempre buscan la manera (y pagan por ello) de tener un canal accesible a la plaza del pueblo-red.
Estos, entre los que me cuento, son como los homeless del pueblo, siempre en el exterior, sin posibilidad ni voluntad de refugiarse bajo techo de la información que está cayendo, que si entran en una casa dejan la puerta o la ventana abierta por ver si entra un poco de brisa informativa. Claustrofóbicos, no soportan las paredes que les puedan aislar y separar del flujo informativo. No conciben entrar y salir, siempre quieren estar fuera o poder tener una vía de salida rápida y expedita.
¿Exagero? Sí, bueno, no sé…
Ya somos dos compañero. Yo tampoco puedo renunciar a esa lluvia, fina o de gota gorda, de información. Necesito estar conectado y rodeado de toda esa maraña… aún estando de vacaciones, en los ratitos que me dejan voy picoteando
Pues si coincidimos, nos reconoceremos por estar mirando una pantallita en lugar de al paisaje .