Recientemente Yoriento daba un buen repaso a las concepciones comunes sobre probabilidad y estadística. En muchos de los pildorazos muestra muy bien como un concepto científico puede devenir idea supersticiosa. Muchas veces basta con que se popularice torticeramente. Así es y continuamente nos acosan con estadísticas, que requieren de una interpretación cautelosa, como si fuesen verdades por si mismas: lo que pierde la industria cultural con la piratería, los accidentes y muertes en carretera, las muertes que nos rondan por el sinnúmero de hábitos insanos que nos empeñamos en mantener, etcétera.
A veces pienso que se trata de una muy bien orquestada maniobra para deprimirnos. Pero de lo que quería hablar era de un concepto, el riesgo, que nuestra cultura está tratando de eliminar como si fuese algún tipo de epidemia a la que se puede erradicar mediante vacunas. Tengo la sensación de que cuando la gente me habla de decisiones más o menos vitales (cambiar de trabajo, montar una empresa, comprarse un coche o aconsejarme que deje de fumar, por poner unos pocos ejemplos) o bien obvian cualquier riesgo expulsando de sus argumentos toda posibilidad de fracaso o contraindicación; o bien deciden considerando que cualquier riesgo, por mínimo que sea, es inaceptable. Esto es, el riesgo se esta convirtiendo en una variable binaria: 0 ó 1, 0% o 100%.
Todos los medios nos bombardean con el riesgo de hacer casi cualquier cosa, como si sesudos científicos preocupados por la humanidad acabasen de descubrir que vivir es peligroso. Vivimos en ambientes superestériles que, según muchos, causan que nuestro sistema inmunológoco se chale de aburrimiento y empiece a tomarla con sus células colegas. Las salas de urgencias se abarrotan por hipocondrías pasajeras. Surgen por doquier prohibiciones con la ingenua pretensión de evitar cualquier posibilidad de mal. Se confiscan los cortauñas, no sea que con uno secuestremos un avión. En los manuales de instrucciones te indican que no dejes nada al alcance de los niños (ni de las mascotas) y que no lo ingieras ni lo dejes caer sobre alguien.
¿Nos extraña que con este bombardeo, los emprendedores sean tan escasos? Y, más aún, los que llegan a emprender tratan de configurar empresas totalmente estancas a todo riesgo que no sea de manual de máster en gestión y tal.
El riesgo, sin embargo es una probabilidad que no siempre estamos en disposición de calcular con exactitud; aunque casi siempre podamos, al menos, ordenar y comparar de mayor a menor. No sólo eso, el riesgo es un resultado de muchas variables; lo que ganamos por aquí, lo perdemos por allá. El riesgo es cambiante y coyuntural. Es incluso subjetivo, porque los valores de pérdida y ganancia los otorga cada uno. Iba a decir que el riesgo es, además, como la gravedad: algo omnipresente e inevitable. Sin embargo, aunque sea verdad lo de su ubicuidad, no es una constante como la gravedad. Efectivamente, el riesgo es complejo y, por mucho empeño que se ponga en reducirlo a un todo o nada, seguirá siéndolo. Intentar eliminarlo es como tratar de retener el agua entre los dedos. Y el riesgo que corremos al empecinarnos es grave.
Las analogías médicas son peligrosas, pero no puedo evitar pensar en una enfermedad autoinmune a nivel social. Todo ese control, toda esa basura estadística nos colapsa.
Por cierto, una buena y serena interpretación de cualquiera de esos datos estadísticos malvados que nos echan la encontraréis en este blog que he empezado a seguir: El Ruido y la Nueces. Recomendable para inmunizarse contra los datos gratuitos.
Buena reflexión. Las calificaciones extremistas y el maniqueo sobre los valores reducen la iniciativa y la experimentación de la gente. Algo muy parecido comenté en Psicología conductual versus psicología etiquetadora de Yoriento.
Nos educan para seguir determinadas REGLAS simplistas y reduccionistas que se supone indican cómo funciona el mundo, y eso impide que contactemos con la realidad y experimentos por nosotros mismos.
Tenemos, por ejemplo, una concepción teórica y estereotipada de lo que supone ser emprendedor (un tío que “sólo” se arriesga, que lleva corbata, que quiere hacerse rico, etc.), en contraposición de otra concepción más aplicada y MOLDEADA por las propias experiencias y basada en el aprendizaje sobre las contingencias directas relacionadas con la creación de una empresa: planear, idear, negociar, relacionarse, invertir, arriesgar, ser creativos, pensar en necesidades, gestionar, prestar servicios…
Pensar y evaluar no se lleva. A este paso las máquinas sí podrán reproducir el pensamiento. Es el binarismo (palabro moderno para maniqueísmo).
¿Y qué opinas de la prevención de los riesgos laborales?
Buf, Félix ¡En vaya charco me quieres meter! Usando tu expresión. Pues, creo que de la prevención de los riesgos laborales vive mucha más gente de la que muere por accidente laboral. Ahí tienes un ejemplo donde hay una enorme cantidad de norma y formadores haciendo su agosto, mientras la imprudencia, accidentes y enfermedades van a su aire.
Me ha encantado tu aproximación al tema, de verdad que me ha hecho reir; que buena cosa son las ideas frescas. Lástima que sea todo un poquillo más complicado.
No, si precisamente lo que creo es que es mucho más complejo de lo que se pretende.