Basta con que alguien me diga que su principal “capital” es la gente para que dude de la calidad de sus recursos, organización y procesos. Cuando alguien me dice que tiene un gran equipamiento informático, me pregunto en cuánto tiempo estará obsoleto. Si alguien declara que el punto fuerte de una organización es la calidad de sus productos o servicios, me apunto que debo averiguar qué piensan las personas que los elaboran.
Soy un pesimista, lo reconozco. Me fijo en cuan vacío está el vaso antes de alegrarme por lo que queda aún por beber. Pero compruebo que suelo sacar mucho partido a considerar las fortalezas de las organizaciones (y de las personas) como vulnerabilidades ocultas (y viceversa), hasta el punto de utilizar esa perspectiva de mal agüero como una técnica de análisis recomendable. Si veo que la gente empieza a poner cara de que a éste hay que empalarle, defiendo mi papel de abogado del diablo y no cejo.
Hagamos un DAFO de una idea y volvámoslo del revés y aparecerán muchas más verdades que las que surgen de esa ingenua y manida técnica de análisis. Lo obvio sólo suele conducir a lo más obvio aún. Ya sé, el sombrero negro es feo y lúgubre, está desacreditado, pero alguien tiene que ponérselo porque, en las reuniones de análisis de este tipo, la gente suele escorar bien hacia el optimismo más ingenuo y autocomplaciente, bien hacia el victimismo de la queja crónica.
Me suele dar igual hacia donde esté el sesgo, yo me fijo en el vacío del vaso. Si todo se inclina hacia el qué grande somos, a por las fortalezas que suelen ser bajitas y cobardes. Si la unanimidad está en lo desgracidos que somos, a por las debilidades, a ver si se envalentonan y se revuelven y acaban resultando otra cosa.
Y es que, en esas reuniones catárticas, los problemas de “comunicación” no suelen estar relacionados con mensajes ni malentendidos, ni la “motivación” tiene normalmente nada que ver con el ánimo y las ganas, ni la “organización” supone orden ni complejidad. Habitualmente, uno encuentra un vaso medio lleno de etiquetas fáciles y tópicas y lo que toca es preguntarse qué falta en el vacío ese que ya se han bebido o que nunca llenaron.
No sé si me he explicado bien, que estoy espeso. Si no lo he logrado, largadme un comentario; con el sombrero negro puesto, por favor.
Te has explicado perfectamente.
A mi me pasa algo parecido, suelo sacar mucho más partido de ver lo que nos falta que lo que tenemos. Y por naturaleza me resulta hasta más sencillo.
De los que más desconfío es de los que empiezan con un “tranquilo, no te preocupes que llevo 30 años trabajando en esta empresa, conozco perfectamente el trabajo”. Lagarto, lagarto, cuando se oye eso (es extrapolable a cualquier ámbito) hay que ponerse alerta porque estar seguros de que el susodicho va a fallar y él lo sabe.
Últimamente tus artículos son muy incisivos. Te debe pasar como a mi madre, que decía que le salían mejor las tortillas de patatas cuando las hacía con prisa… Lo peor del optimismo como tesis es que es circular, como la fe: se supone que lo mejor para que las cosas vayan bien es pensar que van a ir bien, pero si las cosas salen mal la actitud optimista e ingenua no tuvo nada que ver. Dios lo quiso así…
Cuando se hacen los roles estos de los sombreros ¿sabes si realmente se usan sombreros de colores, o sólo es una cosa figurada?
Imagino que, en el fondo, existe alguna especie de barrera psicológica que nos dificulta expresar lo que realmente pensamos sobre un tema. Parece que por el hecho de estar amparados por “el sombrero”, no eres tú el que habla sino el personaje representado. De esa forma “puedes” decir cosas que de otra forma seguramente no dirías. Por eso me pregunto si sabes si realmente se usa como una especie de disfraz o si es sólo una figura para expresar la conveniencia de analizar una cuestión desde diferentes prismas.
Creo que en general casi siempre tenderemos a usar el sombrero negro; no porque seamos pesimistas sino porque es la forma más fácil de avanzar (hacer recuento de lo que te falta es más operativo que de lo que llevas). Pero el sombrero negro no permite innovar. Sólo te dice lo que falla, te da idea de lo que hay que arreglar o incorporar, pero no te da una aproximación realmente creativa a la situación. Por eso me parece admirable quien mira un problema y encuentra una salida que difícilmente se le hubiera ocurrido a nadie; ese lleva el sombrero de otro color distinto al negro, seguro.
Bueno mi sombrero siempre es verde y por lo general veo el vaso medio lleno, no es que me guste ser optimista siempre, pero si me gusta ver el lado positivo de las cosas e inclinarme por llenar el vaso más de lo que está aunque el resto me diga que cada vez está más vacío…A veces lo obvio no es tan obvio y lo oculto es más obvio que lo real, por eso confío más en mis instintos pero siempre tratando de llenar el vaso. Si no lo veo lo busco y luego lo creo.
Se te oye alto y claro.
Gracias por sus consideraciones, señores ¿Por aquí sólo pasan señores?
ekaizen, eso de que el susodicho va a fallar y lo sabe… mucho suponer.
Yoriento, ¿eso es optimismo o falta de seso?
Félix, yo personalmente uso un sombrero negro tipo bombín inglés que me da un aspecto ¡im-pre-sio-nan-te! ; en serio, es verdad que lo del sombrero es una técnica de rol, pero también es cierto que uno interpreta mejor los papeles que mejor le van. No estoy seguro de que la innovación tenga un sólo camino o dependa de un sólo aporte. Innovar es inventar con rentabilidad o sólo es algo vistoso sin mayores consecuencias ¿no?
Senior, ¡paradójico estás! .
Breve, Alorza, estás tú (dos veces bueno, claro) ¿Se te agoto la cuota de palabras? A mi me pasa mucho.