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Contra el teletrabajo

¿telecurro? Félix ya ha publicado una y dos entradas, desde que sigo su blog, acerca del teletrabajo. Las dos han llevado a comentarios interesantes. Ya dije que deseaba conversar sobre ese tema, entre otros, de blog a blog y aquí dejo alguna idea un tanto radical a ver qué da de sí.
  • El teletrabajo es uno de esos temas antiguos que siempre parecen ser novedad. Parece una utopía en toda regla. Se suele representar por personas apaciblemente echadas en la verde hierba de un parque con su portátil, en la playita, en sitios así, bucólicos y antítesis de las oficinas clásicas. Es algo deseable creo que por la mayoría de los profesionales que trabajan con información y que pueden sacar provecho de las TIC; pero que cuando se plantea formalmente o cuando se verifica su grado de implantación se convierte en un cúmulo de problemas: que disminuye la comunicación cara a cara, que tu jefe se puede olvidar de ti, que si trabajar en casa ocasiona problemas de obesidad por tener la nevera cerca, que si te aísla y te deprime, que es muy complicado adaptarse a un sistema que funcione por objetivos, que hay que adaptar los sistemas de información…
  • El otro entorno en el que se presenta el teletrabajo es el de la solución a problemas asociados con el uso de recursos o con el acceso a profesionales que no estarían disponibles si no fuese a través de este sistema. Esto es, el teletrabajo se plantea como algo que se debe asumir si se quiere abaratar los costes de la producción o mejorarla con profesionales “lejanos” (geográfica o culturalmente).
  • También se insiste mucho en que el teletrabajo facilita la conciliación entre la vida familiar y profesional. Sin embargo, sigo sin entender, que aparte de disponer libremente de una parte pequeña del tiempo de viaje entre casa y el trabajo, no tener que trabajar siempre en la oficina suponga que mientras trabajas estés haciendo vida familiar. No sé si alguien ha probado de trabajar con los niños y los parientes en la misma sala, pero no suele ser muy beneficioso ni para los parientes ni para el trabajo.

Entre estos enfoques, el caso es que el teletrabajo sigue siendo un sistema con una escasísima implantación y me da que entre los que lo utilizamos habitualmente, entre los que trabajamos sin necesidad de estar físicamente ubicados en el centro para el que trabajamos, no se le llama teletrabajo. Es, simplemente, la única manera de trabajar buena parte del tiempo. Y esta manera de hacer no es nueva, ya tiene su edad aunque ha sido facilitada enormemente por la banda ancha; e, insisto, no se le suele llamar teletrabajo, es la manera de optimizar el rendimiento.

Por eso creo que deberíamos dejar esos enfoques a un lado. El teletrabajo no es nada por sí mismo, no es una solución para la organización ni una liberación para la persona, sino el resultado de un planteamiento diferente de la colaboración entre personas que, simplemente, no es posible en el seno de la mayoría de las organizaciones.

Es lo de los nombres de las cosas. Tele-trabajo, con ese prefijo de tele supone un simple desplazamiento físico. Esto es, se define teletrabajo como que hagas lo que siempre has hecho y como siempre lo has hecho sólo que de lejos, ahorrándome el coste del espacio físico que ocupas o permitiéndome acceder a tus competencias sin tener que montarte mesa.

Hay muchas actividades cuya productividad se basa en la creación de conocimiento y en el tratamiento de la información. Al menos en éstas, si la organización se plantea tratar a las personas como entidades autónomas, capaces de balancear sus prioridades y sus urgencias en consonancia con las de la organización con las que colabora, si se plantea que el espacio compartimentado tiene tan poco sentido como el tiempo compartimentado entonces ¿qué más da donde trabajes?. Aprovechar los sistemas de comunicación actuales es sencillo; lo demuestra la proliferación de contenidos producidos por los usuarios de la red en blogs y redes sociales sin necesidad de cobrar por ello. Si se establece una red de relaciones productivas basada en proyectos atractivos y se deja que la gente se organice, ya no habrá que hablar del teletrabajo como solución de compromiso. Será la manera mejor de organizarse.

El cara a cara también es algo espontáneo y lo ajustamos sin mayor problema. La relación informal cara a cara es importante, pero también se da buena relación informal a través del correo electrónico, nuestros blogs, la mensajería o twitter. Y cuando necesitas el contacto y que el tono de tu voz cuente o compartir bebida o comida, lo organizas, sin más, por email o chateando o por teléfono.

Resumiendo, el teletrabajo no es algo que tenga ventajas, sino que son las ventajas de un tipo de organización las que generan la independencia de espacio y tiempo necesarios para poder trabajar dnde y cuando sea; en red, con profesionales autónomos (no necesariamente en el sentido jurídico-laboral), colaboradores en proyectos atractivos. Pero si la empresa se concentra en el control de la producción a corto plazo y de la presencia (física o tele), el teletrabajo seguirá siendo esa situación utópica, deseable y contradictoria en sus efectos.

A ver qué pensáis.

Publicado en Cambio, Opinión, Organizaciones, Productividad, Trabajo.

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7 Respuestas

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  1. Iñaki dijo

    Pues llámale Gertrudis, pero para mí, que estoy acostumbrado a la cultura de la presencia física y el control horario, poder organizarme dónde, cuándo y cómo trabajo me parece una situación idílica.

  2. los sueños de la razón dijo

    No, Gertrudís ;-) , si a nivel personal puede ser una ventaja (aunque no siempre, hay testimonios), y organizarse el cuándo y el cómo es genial, pero es el resultado de un tipo de organización del trabajo, no se da simplemente por enviarte a casa a trabajar… El teletrabajo, quería decir, no es el método, es el resultado (pero igual sigo obtuso, que llevo una época fosca).

  3. Senior Manager dijo

    Hola SR: Perdona que discrepe…¿Has probado el tele-trabajo de forma directa o tus comentarios son conjeturas basadas en tu punto de vista?…
    Yo no sólo he probado el tele-trabajo, sino que me puedo considerar un teletrabajador parcial. Entre dos o tres días a la semana trabajo desde casa o desde otro lugar y puedo hacerlo de forma igual de eficiente que desde la oficina (nota: no he dicho más eficiente), con la ventaja de que me ahorro los desplazamientos, las salidas a comer y el combustible.
    El teletrabajo presenta ventajas para muchos trabajadores, pero no para todos, pues cada empleado es un mundo, así que siempre existirá una plantilla que prefiera trabajar en la oficina. Yo si que he probado el trabajar desde mi casa y considero que es el lugar perfecto para hacerlo (es mi opinión), porque no tengo hijos ni a nadie más que me perturbe la jornada, así que el cliché de la familia numerosa no aplica en mi caso y seguramente no aplicará en muchos otros casos. Que por cierto, el teletrabajo también implica visitas puntuales a la oficina, visitas a clientes, reuniones estipuladas y contacto con otros empleados según las necesidades y las condiciones del puesto, por lo que no es tan radical como lo propones en tu post.
    Por otro lado conozco empleadas que tienen hijos y que desempeñan muy bien sus labores desde casa, aunque no necesariamente mejor que las que están en la oficina (lo reconozco), pero para ellas es una gran diferencia y un paso importante en la conciliación familiar-laboral que les permite trabajar sin tener que pagar una guardería o dejarle sus hijos a extraños (los abuelos cuidando a los niños también es un cliché que va hacia la obsolescencia).
    Es cierto que es una utopía, sobretodo en un país con una cultura tan arraigada como España, pero no puede ser descartado por razones de enfoque o por opiniones a la ligera. El teletrabajo podrá ser aplicado en determinadas empresas y en ciertos empleados, pero podrá ser aplicado con éxito y cada día que pasa se convierte más en una solución viable para muchos empleados (como yo) que sólo necesitan: un portátil, un teléfono, un fax y conexión a Internet para poder trabajar.
    Slts
    SM

  4. los sueños de la razón dijo

    No hace falta disculparse por discrepar, Senior; si acaso agradecerte que discrepes que para eso está la conversación. Ya sabes que me gusta abogar por el diablo.

    Sí que he probado el teletrabajo, mucho tiempo, y con bastante precocidad.

    ¿Sabes? Creo que el título de la entrada ha tergiversado el sentido de lo que quería decir. No estoy en contra de trabajar de manera autónoma, organizándote tu tiempo y tu productividad. Pero ¿porqué se le le llama a eso teletrabajo? Eso es una buena organización del trabajo que aprovecha, además, el acceso a las TIC para desarrollarlo mucho mejor.

    Lo que critico es que el teletrabajo parezca que sea la solución o el problema por sí mismo. Los problemas asociados a su implantación son problemas de relaciones laborales y de organización, no provienen del hecho de trabajar en casa (o donde sea) comunicado. Las soluciones que genera son parches en una organización que necesita de nuevas maneras de relacionarse entre personas.

    Más que contra el teletrabajo como actividad, el título quería manifestarse contra el teletrabajo como término que, en realidad, es un tanto estéril.

    ¿A qué, si no, que llevemos tanto tiempo hablando de sus problemas y ventajas y siempre sean los mismos y no se extienda más que en casos muy aislados?

    También puede que sea un post torpemente expresado, que uno tiene días y días… Disculpadme si es así.

  5. Senior Manager dijo

    Hola SR:
    No creo que haya sido un post torpe…pues las opiniones que crean polémica son las mejores y si surge un debate a raíz de esa opinión, entonces estamos dialogando y compartiendo que a la final es el objetivo de todo blogger.
    Pues bien, concuerdo contigo en que el nombre (teletrabajo) no es el más adecuado, ya que lo predetermina como un axioma obligado a la empresa “madre”. Más bien debería tener un nombre más light relacionado con el hecho de trabajar en otro lugar, tal vez utilizando la raíz de la palabra “localización”.
    No obstante si mantengo que el “como se llame” debería ser visto como una solución en aquellos casos puntuales en donde puede ser aplicado con éxito sin “cortar” a todos los empleados y empresas con la misma tijera. Pues por experiencia puedo asegurar que hay empleados a los que se ajusta perfectamente y a otros no, así que habrá que adoptar una posición más cercana al medio y suavizar su implementación adaptándola a cada caso.
    Slts.
    SM

  6. Félix dijo

    Hola, Miguel
    Yo debo andar igual de espeso que tú, porque sí le había cogido el sentido a tu comentario. Me alegro que los míos te hayan dado pie a pensar, y el tuyo me hace a mi pensar lo siguiente:

    - Los seres humanos necesitamos ponerle nombre a las cosas; por la tonta razón de que si no se los ponemos, no sabemos de qué puñetas estamos hablando. Esto es de cajón de pino. Unos quieren referirse a una cosa y otros lo entienden de forma distinta. No digo que con ponerle un nombre al teletrabajo todos coincidamos ya en su contenido, ni mucho menos, pero al menos nos ayuda a centrar el tiro, a hablar todos de algo que se parece o ayudar a que el otro entienda más o menos lo que yo quiero expresar. En resumen, que es bueno que el teletrabajo se llame teletrabajo, para que nos entendamos. Y dicho eso, en muchas ocasiones el contenido del nombre puede llevar a equívocos; no parece que éste sea exactamente el caso aunque, como bien comentáis, podrían encontrarse nombres mejores.

    - Creo que más que el tema de si el nombre es o no es, la cuestión aquí es cómo afecta el hecho de que un tema se mediatice, salga en los períodicos, se escriban libros y se ponga de moda, como ha ocurrido con el concepto del teletrabajo. Porque como bien dices, el teletrabajo (o trabajar fuera de la fábrica o la oficina) es más viejo que la tos. Lo que pasa es que las nuevas tecnologías han facilitado que trabajos que antes eran presenciales ahora puedan hacerse desde otras partes. Igual que ha facilitado que me localicen en el móvil o en mi e-mail a cualquier hora, cosa antes impensable. En este sentido, creo que generalmente suele ser bueno que una cosa así suceda, porque anima al debate y la reflexión. Puede pasar que, por intereses de unos o de otros, se llegue a soluciones que no son las óptimas, sobre todo cuando el tema está muy mediatizado. En este sentido la tendencia de las partes interesadas es a que se “sacralice” el concepto: Esto es fantástico y no hay duda sobre lo maravilloso que és, y para que veas lo bonito que es, te lo pinto en la playa, con tus hijos felices corriendo alrededor. En el fondo lo que vienes tú a decir y en lo cual coincido. “Esto está muy bien, pero tampoco es la panacea de todos los problemas del mundo mundial: ayuda en ciertos casos, pero no resuelve drásticamente la conciliación ni la baja productividad”.

    - Por eso creo que es bueno adoptar una actitud crítica ante las cosas, ver lo bueno pero también lo malo. En nuestra sociedad, en algunos temas, ver lo malo o sencillamente poner en sus justos términos el valor de una idea, se considera anatema, un ataque a la idea misma y a todas sus esencias.

    - Dicho todo lo cual, creo que es bueno, transcurrido un plazo prudencial desde el nacimiento de la idea (o del nombre), darle a la misma la trascendencia que tiene, ni más (como ocurría antes) pero tampoco menos. Por eso sigo pensando que, en determinados casos, es una opción factible que ayuda a un trabajo más flexible, flexibilidad de horarios que aporta innegables ventajas al trabajador, las cuales redundan en satisfacción y en mejor trabajo para la empresa.

    Todo esto, entendiendo el teletrabajo como un medio y no como un fin en sí mismo. No sé si me explico, porque ya decía que estoy un poquito espeso hoy. Y me faltan más reflexiones que dejo para otro día. Un saludo.

  7. los sueños de la razón dijo

    ¿Qué tal, Félix? Parecemos todos un poco cansados estos días, debe ser cosa de épocas.

    Lo del nombre. Tienes razón, pero una vez creado, mira que es difícil abandonarlo. Se engancha como una mala cosa y no se suelta el condenado, por obsoleto que haya quedado. El problema es que creo que se ha quedado enquistado en ese conjunto de tópicos que dan más peso a la conexión, la conciliación y la playita que a la organización, la cultura de las relaciones, la autonomía… Y estoy convencido de que el tema va por ahí.

    Tampoco creo que trabajar fuera sea teletrabajar. Eso es trabajar lejos porqué el tipo de tarea lo requiere. Los vendedores no teletrabajan, viajan y visitan clientes. El teletrabajo se asocia a realizar tareas tradicionalmente de presencia física en otro lugar, cualquier lugar, pero fundamentalmente la misma tarea.

    Ni medio, ni fin. Soy un tozudo, oye, e insisto: un resultado natural de una cultura alternativa de colaboración. Lo que no quita que pueda ser un medio, por supuesto, para mejoras parciales en un modelo tradicional.

    Nos leemos.

    (Y lo del cliente y la razón también me metió el gusanillo… a ver)



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