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Espacios

Una administración pública. Me llevan a conocer su relativamente nuevo edificio, casi recién estrenado. Desde fuera, su arquitectura deja patente una vocación funcional. Es un edificio de geometrías simples, austero; da sensación de solidez y sólo me parece poco adecuado que sea gris. No debería asociarse el gris con la administración.

Al entrar, un amplio vestíbulo, muy amplio, te deja un poco descolocado; pero al fondo hay un gran cartel que pone “Servicio de Atención al Ciudadano” (SAC). Hay un recorrido largo entre la puerta y el SAC y uno se siente un poco desvalido mientras cruza el vestíbulo. Se diría que “te ven venir”, literalmente. A medida que te acercas al SAC, algo falla. El letrero está colocado en la pared posterior de lo que parecen unas estanterías de colores oscuros; son como cajones de un juego de construcción, y la gente que atiende está, claro, al otro lado de ese mamparo de cubos de juguete. Se diría que hay entre cuatro y seis mesas detrás, algunas vacías; pero para estar seguro habría que apoyarse en el mamparo, que me llega como hasta el pecho y alargar el cuello. La única solución para alcanzar a las personas que supuestamente están para atender a los ciudadanos es rodear el mamparo y pasar al otro lado por una abertura  que queda a la izquierda, entre una pared del vestíbulo y el mamparo. Allá, sin que te llegue a impedir el paso, pero firme, justo a un lado, hay un atril de metal, de aspecto robusto, orientado a quien quiera acceder al servicio, donde se ha colocado un papel, hace tiempo por lo amarillento de su tono, que pone “CERRADO – NO PASAR” en dos líneas de tipografía gruesa y oscura como una prohibición.  Excepto por el atril, los colores de todo el parapeto defensivo son agradables y están bien combinados.

A un lado del vestíbulo, a la derecha del SAC están los servicios técnicos donde se atiende al ciudadano que ha sido informado (o ha conseguido informarse) en primera instancia; y que ya necesita atención especializada. Es un espacio abierto con mesas con pantallas planas y ordenadores ocultos, pocos papeles y gente que parece ocupada pero sin excesivo apremio.

El piso superior consiste en un largo y amplio pasillo (pasillo al fin, más por largo que por amplio) que distribuye el paso a unas enormes puertas correderas, todas cerradas. Frente a cada puerta, se aposta una mesa con una persona, todas mujeres, de aspecto elegante y ejecutivo, la mesa ordenada y limpia salvo por los papeles de uso en ese momento. Es un espacio individualizado y custodiado por las secretarias de los políticos. Amable en su estética. Si esperas reunirte con un político no hay espacio de espera, tienes que quedarte aguardando frente a la mesa de la corresponiente secretaría.

En el sótano se repite la idea de espacio abierto, pero esta vez está dividido por filas de armarios archivadores grises colocados en largas filas paralelas perpendiculares al pasillo distribuidor. Entre las filas de archivadores están las mesas de los trabajadores, separadas por un mamparo lateral y orientadas de manera que la espalda de los currantes da a la larga fila de armarios archivadores. Las mesas, en filas de seis o siete, están llenas de papeles, los armarios tienen dos pisos de archivos definitivos encima, aumentando la altura de la separación que proporcionan. Las pantallas de los ordenadores son de las antiguas, de tubo, muy pocas son planas. Es el piso de los trabajos administrativos. A mi me recuerdan por su ubicación y por su distribución a las galeras de una nave.

Hay que ver, los espacios…

Publicado en Administración, Organizaciones, Tecnología.

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2 Respuestas

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  1. Luis-tic616 dijo

    Esta descripción tan prolija me ha hecho evocar “el proceso” de Franz Kafka. Estremecedor

  2. los sueños de la razón dijo

    Pues sí que ha acabado con un aire kafkiano… ¿por qué será? ;-)



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