Este es el retrato de un hombre que fue camarero de uno de mis restaurantes favoritos (casi una patria que diría Montalbán). No lo conocí, murió hace tres años y fue camarero en el mismo restaurante por nada menos que cuarenta años.
Poco más que decir. Esos tiempos se fueron como se fue él, primero por la jubilación y más tarde porque la vida es así. La foto no hace justicia al magnífico retrato que alguien quiso hacer para prolongar el recuerdo de un profesional querido. Me lo he encontrado hoy, el retrato, al volver a la casa de comidas. Cuarenta años dan para ganarse el cariño de cualquiera, incluido el pintor.
El porte y la afabilidad de ese rostro hacen que sienta a este camarero como alguien cercano, alguien que no me extrañaría encontrar en una de mis visitas al restaurante. Estoy seguro de que es, era, de esos que después de varios meses o años de no acudir te reciben como si hubieses estado ayer, que recuerdan tus gustos mejor que tu madre, que mantienen una distancia elegante y cordial. Fijaos en esa ironía que se amaga en la sonrisa; este hombre sabía tanto de tanta gante…
Conozco algunos, muy pocos, profesionales como este. Ya escasean y no parece que escuela alguna sea capaz de formarlos. No sé si lamentarlo o no. Así son las cosas.
Seamos sinceros. Sí que lo lamento, por supuesto, aunque sepa que los tiempos son los que son y que no hay más. Aunque estos sean mis tiempos, ojalá fuesen compatibles con gente como este camarero de uno de mis restaurantes-patria.
Hasta quisiera parecerme a él.
Pues ahora que lo dices… un aire sí que tienes sí…
Ahora en serio, da gusto y gozo reverencial encontrarse con personas así. Conocí a un carpintero artesano (nada de mariconadas prefabricadas que sólo hay que pegar) que tenía un sentido impresionante de su dignidad profesional. Recuerdo una vez que me tenía que hacer unos apaños en la cocina y estudiando con él la jugada le propuse, ignorante de mí, un par de chapuzas que se negó en redondo a hacer – me dijo que podría salir más barato (aparentemente) pero que él no lo hacía (pese a que le saldía con más margen – él mismo me lo dijo). Al final encontró una manera “profesional” de hacerlo sin encarecer el presupuesto. Él hubiera salido ganando con mi propuesta chapuza pero prefirió no ganar tanto y sentirse orgulloso de lo que hizo.
Te pareces (me parece).
Y no es extraño que te lo encuentres en alguna de tus visitas al restaurante: te lo has encontrado hoy…
.-= En el blog de Jesús Fernández… Libros que inquietan: “Al frente del cambio” =-.
Es compatible. No tengas duda. Cuando tiraban las carpinterias de mi barrio un buen amigo salía de este y comenzaba su aventura como luthier.