Llevo unos días rondando por ayuntamientos pequeños, muy pequeños, con entre 50 y 150 trabajadores y poblaciones de 4.000 a 10.000 habitantes más o menos. Son organizaciones que cuentan con la posibilidad que las urbes no tienen: escuchar a sus ciudadanos y poner en marcha pequeñas acciones de verdad significativas. No necesitan lo 2.0, ni han oído hablar del e-government, lo de la administración electrónica les da calambres y, total, la casa grande está a dos pasos. Pero lo tienen fácil. Se conocen. No se mueven entre cifras colosales y pueden recorrer su territorio en cuatro zancadas, como quien dice.
Sin embargo, en todas las ocasiones, escuchando a sus dirigentes, a los políticos y alcaldes, a los gestores, te das cuenta de que tienen vueltas las orejas del revés. Sus demandas, sus preocupaciones, sus proyectos están orientados a calmar a sus equipos, a su gente, a los funcionarios y empleados de su entidad. Apenas unos comentarios sobre lo importante que es mejorar el servicio al ciudadano y sólo si tu sacas el tema. Quieren mejorar los servicios al ciudadano, sí, pero tienen sus mentes ocupadas en acallar las demandas interiores, en solucionar las reivindicaciones de sus equipos, en arreglar los desaguisados de la gestión, por cada minuto en que piensan en su ciudad, diez se dedican a sus problemas internos.
No es que los trabajadores no tengan razón en sus demandas, ni que no haya que preocuparse de la gestión interna. No se trata de culpar a nadie, pero algo falla en el sistema; y es muy grave. Si mi impresión es cierta, estos equipos de gobierno se van a pasar la legislatura llevando a cabo las actuaciones públicas ineludibles y dedicando el 75% de su tiempo en acallar a un supuesto ¿enemigo? interior.
Lo vengo sospechando hace tiempo, las relaciones laborales están al borde del colapso, especialmente en la administración, y estas entidades pequeñas quizá sean las primeras en implosionar. Ojalá me equivoque, estoy en ello, pero no sé…
Se parece mucho a lo que dicen que ocurre en las empresas, me parece a mí.
De hecho describes el quehacer político de siempre: 10% de tareas obligatorias e inerciales (que además ejecutan los técnicos) y el 90% restante puro recuento de ovejas (votos), acallar sus quejidos y el ruido de sus cencerros.
No sé, M@k, no sé. No me imagino a una empresa dedicando tanta atención a las quejas internas durante tanto tiempo. Creo que en la administració local el fenómeno es exagerado.
Jguilllemot, mira que no hablo de las quejas de los votantes sino de las del personal de la entidad. Dedicar tanto tiempo a las quejas del pueblo es de lo que se trata, si las hay ¿no? Pero invertir ese tiempo en acallar a tus trabajadores… no.